Nunca antes habíamos sufrido tanto, quizá porque hasta ahora habíamos pillado siempre a Murphy de vacaciones y no habíamos tenido que vérnoslas con él y sus hijaputeces.
Al principio todo fue sobre ruedas:
– las gestiones del comandante Luque para obtener los permisos de acceso al Parque Nacional;
– la primera parte del viaje con pernocta en Madrid en el Urban Camp – Las Rozas (muchísimas gracias por vuestra ayuda un año más);
– el segundo tramo hasta Capileira con la retorcida carretera de montaña y las altísimas temperaturas;
– el alojamiento en el Hostal Moraima Capileira y en el Atalaya;
– la inicialmente tensa conversación con el responsable del Centro de Interpretación de las Altas Cumbres que finalmente se suavizó cuando comprendió que ni nuestras sillas de montaña ni las sillas de ruedas de nuestros compañeros con discapacidad caben en sus vehículos y, por tanto, necesitamos que nuestras furgonetas accedan a la parte reservada del Parque Nacional;
– la noche del viernes al sábado con los correspondientes nervios de no saber si al día siguiente podríamos con la montaña o la montaña podría con nosotros;…
Todo perfecto. Nos pusimos en pie a las 04:30 horas con la misma intención de los años anteriores: llegar a la barrera de la Hoya del Portillo aproximadamente una hora antes del amanecer; abrirla con la contraseña que nos facilitó la Consejería de Sostenibilidad y Medio Ambiente de Andalucía; subir hasta el lugar al que llegan las lanzaderas del Centro de Interpretación; bajar las Handbike-Sillas de las furgonetas; ayudar a sentarse en ellas a Lau..ra y Paula ; y desde allí, con las primeras luces del día, iniciar los 8 kms de ascensión hasta las cumbres del Mulhacén II y el Mulhacén. El plan se desarrolló según lo previsto hasta que llegamos a la barrera.
Bajamos, consultamos el correo e introdujimos los 4 dígitos de la clave en el candado. Nada pasó. Volvimos a hacerlo, esta vez de abajo hacia arriba y… tampoco. Lo probó Ferando ; luego Martin después yo; más tarde Ivan, … pero no se abría. La cabeza se nos empezó a nublar y negras ideas rondaban nuestro ánimo, pero había que tomar una decisión y las opciones no eran muchas:
1./llamar al teléfono de contacto del parque (lo hicimos, pero, obviamente, nadie contestó a esas horas);
2./esperar a que llegara la primera lanzadera y que ellos nos abrieran (faltaban aún 3 horas para ello);
3./iniciar desde allí la ascensión añadiendo 10 kms de subida y 600 m de desnivel a la ruta (más otros 10 kms de bajada suponiendo que no pudiéramos llevar más tarde las furgonetas al punto de recogida).
La tercera era la única lógica y fue la que finalmente adoptamos. El reto adquiría una nueva dimensión, 36 kms de alta montaña en vez de 16. En el aire flotaban nubes de rabia que no sabíamos hacia dónde o hacia quién canalizar: ¿quién sería el responsable de semejante cagada? ¿nos habrían pasado una contraseña equivocada? ¿se habrían olvidado de actualizarla? ¿sería una putada de alguien a quien no le gustaba que estuviéramos allí?… todas las posibilidades nos contaminaban.
Por fin conseguimos relajarnos y comenzar a disfrutar. Eran alrededor de las 07:00 cuando comenzamos a caminar; llegamos al Mulhacén II a las 10:45 y al Mulhacén a las 12:40. Casi 6 horas de subida. La alegría fue indescriptible. Todos estábamos allí: Paula, Laura, Marga, Esther, Ver..o, Nati, Silvia, Jacob, Nando, Martín, Iván y David Escolar. Alguno lo pasó realmente mal para llegar, pero lo hizo. Laura y Paula, tan distintas, trabajaron de lo lindo para conseguirlo, cada una según su estilo y capacidad. En la cima nos acordamos de Cata y de Sandra; y también del #Martínsolonopuede.
No podíamos entretenernos, porque aún había que bajar y tratar de solucionar el asunto de los 10 kms extra de bajada. Pero no nos adelantemos. Antes de llegar a la lanzadera había que descender desde la cumbre y, como dije, algun@ iba just@, el sol apretaba de lo lindo y no nos quedaba apenas agua (habíamos andado 2 horas más de las previstas y eso nos mermó considerablemente la provisión de líquido). Para acabar de arreglarlo, Esther se dobló el tobillo y eso agravó aún más la situación. No obstante, lo conseguimos. A las 15:30 llegamos al punto de recogida.
Nati había entablado conversación con un grupo de montaneros que al final fueron los que nos salvaron la situación cediéndonos dos de sus asientos en la lanzadera para que pudiéramos ir a buscar nuestras furgonetas. Esa bonita ayuda nos la brindaron Manuel, Gema, Ana, Virginia, Ficus y, especialmente, Juan Carlos y Carmen, que fueron las dos personas que nos dejaron los sitios y bajaron a pie hasta la barrera; todos ellos pertenecen a la ONG Acción en Red Andalucía con los que estamos en contacto por si en alguna ocasión podemos devolverles el favor. MUCHAS, MUCHÍSIMAS GRACIAS. Hemos de mencionar también a José, taxista de Granada que, sin ser del grupo, iba también en el vehículo y en todo momento nos apoyó para que pudiéramos subir.
La hora que nuestra expedición pasó allí al sol esperando la llegada de nuestras furgos fue durísima porque el sol caía a plomo y en ese sitio no hay ni una sola sombra a la que acogerse. Sería conveniente que el Parque Nacional se planteara la urgente necesidad de construir un sombrajo natural que no afecte al paisaje para que proteja a los excursionistas y montaneros mientras esperan a que las lanzaderas los recojan para regresar a Capileira.
Con todo esto, la llegada a la estación de esquí de Sierra Nevada para pasar la noche del sábado y subir el domingo al Veleta, se demoró desde las 15:00, hora prevista de no haber pasado nada extraño, hasta las 20:30, momento en que desembarcamos literalmente reventados.
Pero cuando las cosas son fáciles, resulta muy sencillo dar la talla y ser un héroe.
Cuando las cosas se complican y hay que hacer frente a las adversidades es cuando un equipo demuestra su verdadera valía y la auténtica medida de su personalidad y entrega. El sábado todos demostraron ser unos GRANDES, y ayer domingo lo ratificaron llegando a la cumbre del Veleta. Por eso es un orgullo que todos ellos formen parte de la familia DisCamino y caminar a su lado nos enriquece a quienes lo hacemos.
Con El Trigal Panadería Pastelería. Ribera Grupo Sanitario. Hospital Ribera Povisa. Ribera Salud.